Nos despedimos tantas veces que alguna tenía que ser la definitiva.
Teniendo en cuenta que hay cosas y promesas que nunca mueren.
Amé hasta las últimas batallas de aquella guerra.
Nunca fui a herir, siempre disparaba al aire porque solo quería que escuchases su ruido.
Hoy llevo conmigo la bandera blanca como estandarte, esta vez porque sé que estás tan lejos que ni cien cañones que provengan de mi trinchera vas a escuchar.
Es un buen día para recordar que si mi corazón hubiese tenido un corazón latiendo dentro, también habría sido tuyo.
Que la Felicidad inunde la vida de los seres que lo merecen.
Porque esta versión de mí, está cada vez menos a la altura.
En el pasado es donde mas aprendimos.
Ya sabíamos que iba a salir mal y como un kamikaze “yo quise estrellarme en tu pecho”.
En el presente nunca nos centramos.
El futuro es todos los presentes que murieron.
No sé vivir.
Solo sé recordar lo que desviví.
Por eso vuelvo a escribir sobre lo escrito.
Mi vida es un continuo dejavú de cosas que ya había vivido que perdía.
Y ultimamente lo que siempre estamos perdiendo es el tiempo.
Siento que he perdido algunos primeros besos, siento que no he sabido rimar los días malos con los buenos.
Me he estado perdiendo en un pasado futuro del que solo sé que no ha existido.
Me dejé por el camino unos pasos desordenados de recuerdo.
Lo último que viví fue la parte de otro sueño, otro sueño en el que solo volaban los que eran dignos y en él, todos lo hacían mientras yo, terrenal, era especial porque sabía caminar.